viernes, 12 de diciembre de 2008

suspiros...

Quiso Dios, con su poder
fundir cuatro rayitos de sol
y hacer con ellos una mujer.

Y al cumplir su voluntad
en un jardín de España nací
como la flor en el rosal.

Tierra gloriosa de mi querer
tierra bendita de perfume y pasión
España en toda flor a tus pies
suspira un corazón.

Ay de mi pena mortal
porqué me alejo España de ti
porqué me arrancan de mi rosal.

Quiero yo volver a ser
la luz de aquel rayito de sol
hecho mujer
por voluntad de Dios.

Ay, madre mía
ay, quién pudiera
ser luz del día
y al rayar la amanecida
sobre España renacer.

Mis pensamientos
han revestido
el firmamento
de besos míos
y sobre España
como gotas de rocío
[ los ] dejo caer.

En mi corazón
España te miro
y el eco llevará de mi canción
a España en un suspiro.
(Suspiros de España, Antonio Álvarez Alonso, 1902)

Pensando en Aleada (antepenúltima entrada)
pensando en la reflexión que hice al respecto
y relacionándolo con las palabras de Benedetti...
el poeta, una vez más profeta,
y posiblemente,
portador de esa capacidad que a veces se nos atrofia,
de ver con claridad entre tanto lío,
de verbalizar, entre tanto dolor.

Suspiros, morriña, añoranza, extrañar...
(¡qué grande la lengua que nos une!)
múltiples formas de denominar
algo tan definido y a la vez tan complejo.
Pero lo leo y me dibuja una sonrisa,
parece que no importa la época, menos el país,
el sentimiendo, estado, ¿cómo llamarlo?
increíblemente o no,
el adiós y el llanto de Pepe Guerra,
se parece mucho al suspiro de Antonio Álvarez.

Esta semana, de camino al trabajo, como todos los días,
en un vagón repleto de gente adormilada, como yo,
tuve la "suerte" de levantar la vista y encontrarme,
con el siguiente letrero, en tres idiomas,
con los rostros con los rasgos étnicos correspondientes,
en el que se leía algo así como:
"¿piensas en volver? nosotros te ayudamos.
plan de retorno voluntario"

¿Hablaban de mercancías?
¿Le habrán preguntado eso a mi abuelo?
No quiero recordar ni como me sentí...
recuerdo haber llegado al trabajo
y tener que contárselo a mi jefe,
seguía igual de perpleja...

Creía que solo orientalizábamos al otro,
y no, no solo nos extrañamos ante él,
también lo cosificamos,
lo convertimos en mercancía, en mera herramienta.
Yo me sentí martillo,
ya no tenemos que golpear,
y nos sobran manos para clavar.

Lástima que los del cartel
y ciento de miles
de trabajadores,
inmigrantes o no,
que seguro pisaron ese vagón
a lo largo del día
no eramos solo eso, mano de obra,
sino personas.

Si nos olvidamos de eso,
puede que el mensaje de la propaganda
deje de ser solo un cartel
y muestre detrás una postura bastante más hipócrita,
fácil y equivocada.

Se asustan con la nueva campaña
en pro del sexo seguro,
¿y de esta?

Me parece peligrosa, denigrante,
cobarde.